Daniel Yergin, reconocido autor y autoridad en asuntos mundiales y el negocio petrolero, nos narra en su libro The Prize (Touchstone Book, 1991) cómo nació el negocio petrolero. Nos ubica en los Estados Unidos de Norteamérica durante los años 50 del siglo XIX, nos presenta un problema, un grupo de hombres emprendedores con una visión y la idea de hacer de ella un negocio rentable. Como lo definiría John D. Rockefeller años después, poco sabían los actores de esta historia que su innovación daría pie al “mejor negocio del mundo”.
El problema: atender la alta demanda de combustible para iluminar calles y viviendas. Por muchos años el tema de la iluminación lo solucionaron mechas y barras solidas de grasa animal o vegetal. Si, velas. Entre las más costosas estaba la grasa de ballena que se usaba en estado líquido para las lámparas de iluminación y en su estado sólido para velas. Sin embargo, la pesca de ballenas era un negocio riesgoso y por lo tanto el costo de esta grasa, $2,50 por galón, no era atractivo para la mayoría de los consumidores. Solo aquellos que tenían dinero podían adquirir el producto. Existían otros combustibles más económicos, con buena iluminación, pero altamente volátiles que los hacía inseguros. Pronto un almirante británico, Thomas Cochrane, desarrollaría un proceso para extraer, del asfalto, un aceite con alta capacidad de iluminación: el kerosene.
Para el año 1854, el kerosene ya estaba en el mercado norteamericano. Dos problemas lo afectaban. La inexistencia de una fuente segura y confiable de suministro del producto y lo costoso de las lámparas disponibles en el mercado para quemar kerosene. Las económicas humeaban mucho y despedían un olor terrible. Pronto alguien solucionaría el tema de las lámparas importándolas desde Viena, Austria. Quedaba pendiente el suministro seguro y confiable. Como en muchas otras oportunidades, la empresa, la banca y la academia se unieron para atender un problema, desarrollar una visión y sacarle provecho económico. Un grupo de empresarios y promotores liderados por George Bissell, un abogado neoyorkino, James Townsend, presidente de un banco en New Haven, y Benjamín Silliman, Jr., un profesor de química en la Universidad de Yale, serian de alguna forma los fundadores de la industria petrolera.
La visión: Extraer una materia prima en cantidades suficientes para procesarlo y producir un fluido económico y de alta calidad que pudiera ser utilizado como combustible iluminante. Los empresarios conocían de una sustancia llamada “aceite de piedra” para diferenciarla de aceites animales y vegetales. La misma se encontraba en la parte norte de Pensilvania específicamente en el área de Oil Creek, donde emanaba de la tierra en forma natural. Townsend, como buen banquero, participaría junto con otros inversionistas con dinero propio para arrancar el proyecto, pero requería de argumentos sólidos y muy bien fundamentados para aventurarse a levantar capital adicional para su ejecución. Para ello decidieron contratar los servicios de Benjamín Silliman, Jr., un renombrado profesor de química de la Universidad de Yale, la capital científica de mediados del Siglo XIX en los Estados Unidos. La tarea de Silliman seria determinar si el “aceite de piedra” podía utilizarse como combustible para iluminación y como lubricante. El profesor cobraría 526,08 dólares por su investigación y pidió que le depositaran 100 por adelantado. El depósito nunca sucedió pues según narra Yergin, el costo de la investigación les pareció exagerada a los empresarios. El incumplimiento de los empresarios no le agradó a Silliman. Tal y como hoy día, el sueldo de un profesor no era muy atractivo. Él había aceptado realizar la investigación por el dinero extra, más que por mera “curiosidad intelectual”. Aun así, los reportes positivos de la investigación no se hicieron esperar a lo largo de la misma. Sin embargo, como el tema de los 526,08 dólares no se había sido resuelto, el profesor decidió retardar la entrega del informe final hasta recibir su pago.
Presionados por la necesidad del informe para obtener nuevos inversionistas, uno de los socios de Bissell pagó la deuda y el 16 de abril de 1855 el esperado resultado de la investigación fue entregado. Silliman concluiría diciendo: el aceite de piedra es una “materia prima de la cual, a través procesos simple y de bajo costo, se podrán obtener productos de alto valor.” Con argumentos en mano, la recién creada Pennsylvania Rock Oil Company prontamente fue capaz de levantar todo el capital necesario para arrancar su emprendimiento. Sin embargo, quedaba un problema por solucionar: cómo extraer el aceite de piedra eficientemente. Fue a Townsend a quien se le ocurrió la “loca idea” de perforar la tierra para lograr su objetivo. Así, 18 meses después de tener el reporte de Silliman fue que comenzó la búsqueda de quien se encargaría del “lunático proyecto”. Edwin L. Drake sería esa persona. Estaba desempleado, vivía en el mismo hotel que Townsend y este aprecio en él las características de la persona deseada. Un hombre con excelente disposición, jovial, decidido y tenaz. Hecho el ofrecimiento, Drake acepto el reto. Para facilitarle su llegada a Pensilvania, Townsend envió con anticipación varias cartas dirigidas al “Coronel Edwin L. Drake”. A su arribo, Drake tenía un grado militar aun cuando nunca había prestado servicio militar y fue recibido y tratado como tal, en diciembre 1857, en Titusville, un pueblo madrero de 125 habitantes escondido en el norte de Pensilvania.
Drake llegaba con una misión clara: realizar tareas de prospección y luego encontrar petróleo en cantidades comerciales. En el área donde se estableció se podían recolectar unos seis galones de aceite de piedra al día utilizando el método tradicional de excavación lo cual no era nada alentador para Drake. Al igual que Townsend, él estaba convencido que la mejor manera de tener éxito era perforando con las mismas técnicas usadas para extraer sal de pozos profundos. Luego de muchos intentos, en la primavera de 1859, Drake conoció a William A. Smith quien demostró saber que hacía falta pues tenía experiencia en la construcción de herramientas para la extracción de sal por ese método. Con sus hijos, “Uncle Billy”, como era conocido Smith, materializaría la idea de Drake y el 27 de agosto de 1859 brotaría petróleo en Titusville y de alguna manera marcaria el inicio de la industria petrolera. El lunes cuando Drake llego al sitio encontró a Uncle Billy y sus hijos custodiando diferentes embases llenos de petróleo, entre ellos barriles de whiskey. La noticia se corrió rápidamente: El Yankee había encontrado petróleo. Nos narra Yergin que curiosamente ese lunes llegaría una carta de Townsend donde le enviaba dinero a Drake para pagar cualquier deuda y cerrar las operaciones en Titusville. Ya los fondos previstos para el proyecto se habían agotado. Afortunadamente la carta se tomo más de una semana en llegar. Se imaginan si Internet hubiera existido en ese entonces. Un email habría retardado el inicio de uno de los negocios más lucrativos del mundo.
Ya en pleno Siglo XXI, aun buscamos petróleo entre las piedras. Sin embargo, ahora la excavación es horizontal y se busca fracturar hidráulicamente las piedras para liberar el petróleo atrapado en ellas.
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